Aunque muy menudo se dice que los cuencos tibetanos se hacían con una aleación de siete metales, existen muchas dudas al respecto ya que no hay referencias en la alquimia oriental sobre uso de los 7 metales y su relación con los 7 planetas (alquimia occidental). Lo que si está claro es que desde hace centenares de años la composición de los cuencos es de cobre (en una proporción más elevada) y estaño, aleación conocida como bronce.
Su procedencia es básicamente de la zona del Himalaya.
Sonidos · Cuencos tibetanos

Su sonido metálico es fascinante, intrigante y a la vez misterioso.
Si llenamos un cuenco con agua y activamos su sonido observamos figuras geométricas en la superficie, y al aumentar la intensidad del sonido el agua llega a saltar como si estuviera en efervescencia.
Esto nos da una idea del efecto que producen estos instrumentos en el cuerpo, que como sabemos está formado en más de un 70% por agua. En este sentido el Dr. Jeffrey Thompson, director del Centro de Investigaciones Neuroacústicas en el Instituto de Ciencias Humanas de California, dice: “Dado que el sonido viaja cinco veces mejor por el agua que por el aire, la estimulación en el cuerpo de la frecuencia sonora es una forma muy eficaz de estimulación corporal total, sobre todo a nivel celular. El estímulo directo del tejido celular vivo, utilizando la vibración de la frecuencia de sonido, ha mostrado un marcado metabolismo celular, y con ello la posible movilización de una respuesta celular de curación”.
El sonido de los cuencos tibetanos detiene el diálogo interno, calma la mente y apacigua el cuerpo.
Su sonido recarga nuestro sistema energético, es útil para aliviar el sufrimiento físico y emocional, para reducir la ansiedad, la depresión, la tristeza o la hiperactividad, aliviar los dolores de cabeza, musculares o de espalda y regular la presión arterial. Y esto se basa en el principio de resonancia, la capacidad que tiene una frecuencia para modificar a otra, cuando una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil, disonante o no saludable.
Son también eficaces para mejorar la concentración y la creatividad.
Los sonidos de los cuencos tibetanos nos ayudan a establecer una vibración saludable en nuestro organismo, desarrollan la conciencia y favorecen los procesos de meditación. Las oportunidades de desarrollo son tan amplias y variadas como las ondas que emiten, y actúan en cada persona y en cada ocasión de forma diferente.
Son un medio maravilloso para equilibrar los chakras y cambiar la mente desde un estado alterado de ansiedad y estrés hacia un estado de relajación y serenidad.
Sus vibraciones nos invitan a entrar en nuestro espacio de paz interior y a resonar con nuestra verdadera conciencia.