El monocordio tiene su origen en Pitágoras quién lo utilizó para el estudio de los intervalos musicales y las leyes armónicas del sonido y su organización matemática, y como indica su nombre fue originalmente un instrumento de una sola cuerda.
Actualmente existen diversos tipos de monocordios. El que uso en las sesiones, habitualmente acompañando a mis cantos, es de doble cara, una con las cuerdas afinadas en Do y la otra en Sol. En cada lado todas las cuerdas están afinadas en el mismo tono, con una en el extremo ligeramente más gruesa que produce una octava más baja. Así se consigue, además de un espectro fascinante de tonos, un cálido bajo de fondo.
Un instrumento resonante muy acogedor y con una gran riqueza de armónicos que permite sentir la experiencia del poder mágico y sanador del sonido, provocando una profunda relajación.